¿Dónde estás,
RESUCITADO?
En la lluvia
y en la flor,
en el gozo y
en la pena
y en el beso
del amor (...).
¿Dónde estás,
suplico, AMIGO?
En la noche
de la espera,
en el alba de
la vida,
en el viento
de la sierra,
en la tarde
despoblada,
en el sueño
que no sueña,
en la niña
enamorada,
en el hambre
desgarrada
y en el pan
para la mesa,
en el hombre
que me busca
y en aquel
que se me aleja,
en el canto
del hogar
y en el
llanto de la guerra,
en el gozo
compartido
y en la
aislada amarga pena (...).
En el
silencio sellado
y en el grito
de protesta,
en la cruz de
cada día
y en la
muerte que se acerca,
en la luz de
la otra Orilla
y en mi Amor como respuesta.
Que ¿dónde
estoy me preguntas?
Vivo y camino
en la tierra
peregrino
hacia Emaús
para sentarme
a tu mesa,
que al partir
de nuevo el pan
descubrirás
mi Presencia.
Que ¿dónde
estoy me preguntas?
Estoy aquí
con vosotros,
con el alma
en flor despierta
en esta
Pascua de Amor
galopando por
las venas
de vuestra
sangre empapada
de un Dios
que vive y que sueña.
Que ¿dónde
estoy me preguntas?
Desnúdate a
la sorpresa,
abre los ojos
y mira
hacia dentro
y hacia fuera,
que en el
lagar del dolor
y en la noria
del amor,
Yo, tu Dios,
llamo a la puerta.
Que ¿dónde
estoy me preguntas?
Resucitado a
tu vera.
Gritad
conmigo: ¡Aleluya!
Ha merecido
la pena.
Seréis
testigos, amigos,
de esta
verdad verdadera:
RESUCITÉ DEL
SEPULCRO
Y CIELO SE
HIZO LA TIERRA.
Que ¿dónde
estoy me preguntas?
En tu vida es
la respuesta.
(Antonio
Bellido Almeida, Mérida)
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